ANIVERSARIO

A medio siglo de la muerte de Perón: cómo fueron sus últimas horas

Se cumplen 50 años del fallecimiento del líder político: repaso por sus momentos finales en la residencia de Olivos.
domingo 30 de junio de 2024

Residencia de Olivos. Ocho y media de la mañana.

Ese día el General se despertó una hora más tarde de lo acostumbrado. Los médicos habían recomendado reposo absoluto para evitar las alteraciones cardíacas. Cuanto más durmiera mejor, le explicaron.

Estaba con buen ánimo y decidió levantarse a desayunar junto a su esposa. Después, se instaló en su reposera y miró por la ventana. Vio a las palomas que se juntaron en el hall, esperando las migas que solía tirarles cada día.

Lo llamó a Esquer, el jefe de su custodia, y le pidió que las alimentara, “sobre todo a las más golosas”, le dijo.

Hacia dos días, desde el sábado 29 de junio, que había delegado la presidencia en Isabel, con el acta de traspaso: “A los veintinueve días del mes de junio del año mil novecientos setenta y cuatro, siendo las 11 y 50 horas, me constituí yo, Escribano General del Gobierno de la Nación en la Residencia Presidencial de Olivos, Provincia de Buenos Aires, donde se encuentran presentes el Excelentísimo señor Presidente de la Nación Teniente General JUAN DOMINGO PERÓN, acompañado de la Excelentísima señora Vicepresidente de la Nación Doña MARÍA ESTELA MARTÍNEZ DE PERÓN y Ministros del Poder Ejecutivo Nacional. EN ESTE ESTADO el Excelentísimo señor Presidente de la Nación MANIFIESTA: que para atender su salud, de acuerdo al consejo médico y para su restablecimiento, transmite en este acto, a la señora Vicepresidente de la Nación el ejercicio del Poder Ejecutivo, quien cumplida las formalidades de ley, la recibe de conformidad. Acto continuo firmaron para constancia de los Excelentísimo señores nombrados, señores Ministros presentes, Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas, Presidente de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación y Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por ante mí, de que doy fe” . El General firmó desde la cama, y es claro que no estaba toda esa gente presente. Sí el Escribano, Isabel y López Rega.

"Ahora llega el momento de demostrar que ese aprendizaje no fue tarea inútil ni desaprovechada", le dijo Perón a su mujer mientras la tomaba de la mano. Isabel le recordó que había despedido a sus dos anteriores esposas: “Te vas a acordar Perón de tu pálpito, cuando te despidas también de mí, que tengo mucha menos salud que vos”, le mintió Isabel.

Al día siguiente, domingo 30 de junio, mandó a llamar al capellán del Regimiento de Granaderos a Caballo, padre Héctor Ponzo. “Yo mismo le administré la confesión y la comunión; y el lunes 1°, aproximadamente a las diez y cuarto, le administré la Unción de los Enfermos, con su propio consentimiento y con muestras visibles de estar agradecido”, aseguró el cura.

Antes de eso, Perón pidió que convocaran a Gustavo Caraballo, el secretario Técnico de la Presidencia. Le ordenó que estudiara la posibilidad de que a su muerte el poder pasara directamente a manos de Balbín, en presencia de Isabel y López Rega quien protestó contra esa idea. El funcionario le señaló que existían enormes dificultades legales. Minutos después volvió a llamarlo y le dijo que abandonara el análisis de la cuestión. “Pero, de todos modos, nunca tomes una decisión sin consultar a Balbín”, le pidió a su mujer.

El último con quien conversó fue con el doctor Cossio. El médico le preguntó cómo había pasado la noche y le respondió: “Si no lo mandé a llamar fue porque esta noche no fue peor que otras”. Después, con su habitual sentido del humor, lo mandó a caminar por el jardín para que se le aliviara la lumbalgia: “Yo por lo menos ando derecho”, bromeó.

Cuando Cossio estaba por salir de la habitación, Zulema, la mujer que lo cuidaba, la misma a la que le había dicho unos meses antes que soñaba con volver a la casa de Gaspar Campos para cuidar las plantas, gritó: “Doctor, el General se descompuso”. Había sufrido un paro cardíaco. Lo reanimaron, pero al poco tiempo, la enfermera Norma Baylon lo escuchó decir: “Esto se acabó”.

Media docena de médicos del equipo del Hospital Italiano se arremolinaron a su alrededor, le hicieron un cateterismo, le inyectaron un diurético, le practicaron masajes cardíacos, respiración boca a boca, le aplicaron un desfribilador. Lo recuperaban y lo perdían. En medio de las maniobras, el General tomó del brazo a uno de los médicos y le rogó: “Déjeme en paz, m'hijo. ¿No ve que todo es inútil?”.

FUENTE: REVISTA NOTICIAS

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